El mismo espanto que convierte la palabra en una mueca y Estrellas brillantes en Praga

Ana María Velázquez

Resumen


Los soldados avanzan y por donde pasan no queda nada. Con tanques y explosivos van devastando los edificios, las calles, los postes, los cafés, las librerías, los bares, las salas de video juegos, las estaciones de metro, los tenderetes de discos y de pinturas de labios.

No estoy despierta, estoy soñando con la guerra, con el fin de todo lo que un día tuvo sentido en esta ciudad de decadencias interminables...

 

Antes del viaje le había dicho a Julio que desde siempre había adorado Praga, desde que había leído a sus autores, Kafka, Kundera, Meyrinck y que aquella idea de ir allá, una vez recibido el nuevo año en Berlín, me ponía a danzar con la música de la radio de la cocina encendida a todo dar, cosa rara, dada mi tendencia natural a la melancolía. Por supuesto que cuando Julio llegó un viernes en la tarde con la guía Michelin y la de Lonely Planet, puse manos a la obra para planificar el viaje y así no perder tiempo al llegar, después de todo íbamos a estar allá sólo unos días...


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